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Portada del libro

Relato inverosímil que me contó un gordo bolacero

Laureano Gonzalez

No especificado

Sinopsis

«Un tipo común que vive en San Carlos se obsesiona con la historia de un tesoro pirata que le relata el Gordo Bonilla: un bolacero tan insoportable como encantador. A partir de ahí se desata un relato vertiginoso y delirante que nos llevará al arroyo Maldonado tras la pista de Velázquez y González, pescadores que, durante la dictadura, descubren monedas de oro y se ven arrastrados a una espiral desafortunada de detenciones, torturas y persecuciones dignas de una película de Hollywood. Con diálogos jocosos y personajes que solo pueden encontrarse en parajes de no más de treinta mil habitantes, esta historia agridulce se despliega entre el humor, el absurdo y la memoria. Llena de color local y situaciones tan insólitas como creíbles, provoca más de una sonrisa, incluso al lector desprevenido». Natalia Mardero «Parece lo que no es y es lo que no parece; en cualquier caso, su condición adictiva no deja que lo soltemos. Con la voz bien elegida de un narrador enigmático y empecinado, Laureano González arma una historia donde lo inventado parece cierto; y lo cierto, inventado. La búsqueda de un tesoro carolino, la dictadura de hace medio siglo, las mentiras o verdades de los personajes y, sosteniendo todo eso, la música de un dialogado genuino, diferente para cada uno, vertiginoso e hipnótico en todos, van sellando las estaciones de un viaje de palabras que queda resonando aun después de haber llegado a la meta, a la isla, al pozo y al tesoro». Mercedes Estramil «Tiene un agregado fundamental más allá de la calidad de su prosa: el rescate del humor en la literatura uruguaya contemporánea es toda una osadía. Desde Elina Berro, Peloduro o Juceca ya nadie se atrevía a sacarle al lector el sonido olvidado de la risa. Esta novela rompe con esa parte de la maldición uruguaya». José Arenas Laureano González Nació en Paraná, Entre Ríos. Cuando tenía 7 años le contó a su mejor amigo que le gustaba una compañerita, pero su amigo no supo guardar el secreto. Pasó vergüenza. Cuando tenía 12 años se cortó el pelo cortito, aunque siempre lo había usado largo. Usó gorra hasta que le volvió a crecer. Cuando tenía 14 años le dijo a su madre que iba a estudiar medicina, que iba a encontrar la cura para el cáncer y ganar el premio Nobel. A los 19 se arrepintió de haber dicho eso. A los 20 decidió recorrer el mundo, pero se cansó después de cinco provincias. Mientras volvía de recorrer el mundo, se perdió en el desierto. Tuvo una revelación, pero luego se le olvidó. También a los 20, tras muchos años de escribir, terminó su primer poemario. Decidió que odiaba la poesía. A los 21 comenzó a escribir narrativa. Solo comenzó, porque de terminar de escribir lo que empezaba, mejor, ni hablar. A los 25 se mudó al este de Uruguay y trató de empezar una nueva vida. No pudo, así que siguió viviendo la que ya tenía. A los 37, luego de diecinueve novelas sin terminar, decidió escribir una hasta el final. La presentó al premio Onetti. Le fue bastante bien. Casi a los 38 escribió su autobiografía. No le gustó.

Ficha Técnica

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